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¿A quién madruga, Dios le ayuda? Claro, si es para hacer ejercicio y te acuestas temprano.

¿A quién madruga, Dios le ayuda? Claro, si es para hacer ejercicio y te acuestas temprano.

   MADRID, 5 Jul. –

«A quien madruga Dios le ayuda» es un refrán común que ha encontrado apoyo en un estudio de investigadores australianos, quienes han determinado que acostarse más temprano puede optimizar la actividad física al día siguiente.

   El estudio, realizado por la Universidad de Monash (Australia) y publicado en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS), analizó si la duración del sueño y el momento de irse a la cama tenían relación con la duración de la actividad física moderada a vigorosa al día siguiente.

   Casi 20.000 participantes en el estudio utilizaron un dispositivo biométrico durante un año, generando cerca de seis millones de noches de datos. Se obtuvieron métricas objetivas de sueño y actividad física mediante el dispositivo de pulsera.

   El estudio investigó la conexión entre los hábitos de sueño típicos y las fluctuaciones nocturnas del sueño en relación a los niveles de actividad física al día siguiente.

   En promedio, las personas que se acostaban más temprano eran más activas. Por ejemplo, los que se iban a la cama alrededor de las 9 de la noche tenían aproximadamente 30 minutos más de actividad física moderada a vigorosa diarias en comparación con quienes se quedaban despiertos hasta la 1 de la madrugada.

   Incluso aquellos que normalmente se dormían a las 11 de la noche (la hora promedio de acostarse para la muestra) también se beneficiaron, ya que quienes se dormían a las 9 de la noche registraron casi 15 minutos adicionales de actividad física moderada a vigorosa diaria.

   El autor principal, el doctor Josh Leota, de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Monash, enfatiza que acostarse más tarde podría poner a las personas en desventaja en los horarios de trabajo convencionales.

   «Las rutinas laborales de 9 a 5 pueden chocar con las preferencias de sueño de personas nocturnas, lo que desencadena jetlag social, afecta la calidad del sueño y la somnolencia diurna, todo contribuyendo a reducir la motivación y oportunidad de realizar actividad física al día siguiente», sostiene.

    El estudio también analizó si la gente puede modificar activamente esta relación, encontrando que acostarse más temprano mientras se mantiene una duración de sueño adecuada resulta en mayores niveles de actividad física al día siguiente.

   «Estos hallazgos tienen importantes implicaciones para la salud pública –agrega Leota–. En lugar de promover de forma aislada el sueño y la actividad física, las campañas de salud podrían fomentar acostarse más temprano para promover estilos de vida más activos. Un enfoque integral que reconozca cómo interactúan estos dos comportamientos puede mejorar la salud individual y comunitaria».

   Un estudio complementario que involucró a casi 6.000 participantes del Programa de Investigación All of Us, utilizando datos de Fitbit, reforzó estos hallazgos y demostró que las relaciones eran consistentes en diversas poblaciones.

   La autora principal, la doctora Elise Facer-Childs, de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Monash, destaca que estos hallazgos subrayan una profunda relación entre el momento del sueño y la actividad física.

   «Tanto el sueño como la actividad física son esenciales para la salud, pero hasta ahora no comprendíamos completamente cómo están conectados en la vida diaria –recuerda–. Nuestros resultados son consistentes en múltiples poblaciones y demuestran que si una persona logra acostarse antes manteniendo la misma duración del sueño, es más probable que aumente su actividad física al día siguiente».

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