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Cómo el estrés puede afectar negativamente su bienestar mental y físico

Cómo el estrés puede afectar negativamente su bienestar mental y físico

MADRID, 28 Feb. –

El estrés y la microbiota están intrínsecamente relacionados. En los niños, que también experimentan estrés, este factor y el estado de la microbiota pueden tener un impacto significativo. La microbiota, de hecho, se desarrolla principalmente durante el primer año de vida y se estabiliza alrededor de los 5 años.

En este proceso, las moléculas producidas por la microbiota son cruciales para el desarrollo y la maduración del cerebro infantil, según destaca la doctora María Dolores De la Puerta, especialista en microbiota intestinal en su reciente libro ‘La microbiota estresada’ (HarperCollins).

En una entrevista, la doctora De la Puerta explica que el estrés en los niños afecta su microbiota y, finalmente, su desarrollo. «Al nacer, el cerebro está inmaduro y uno de los factores que más contribuyen a la maduración del sistema nervioso son las moléculas generadas por la microbiota. Si esta está desordenada, el proceso de maduración puede verse comprometido», advierte.

CÓMO INFLUYE LA MICROBIOTA EN EL NEURODESARROLLO

La experta subraya en su libro que la microbiota es esencial para un neurodesarrollo adecuado, señalando que las moléculas que producen las bacterias intestinales favorecen:

· El desarrollo normal de las sinapsis, el espacio entre el extremo de una neurona y el inicio de otra, donde se liberan neurotransmisores que permiten la comunicación entre las células del sistema nervioso.

· La mielinización de las neuronas, ya que la mielina, la capa que envuelve los nervios, permite la rápida y eficiente transmisión de impulsos eléctricos entre las neuronas.

· La diferenciación de la glía, el grupo de células que apoyan a las neuronas, proporcionando soporte estructural y metabólico tanto en el sistema nervioso central como en el periférico.

EL ESTRÉS INFANTIL ALTERA LA MADURACIÓN DEL SISTEMA NERVIOSO

Esta experta alerta que el estrés infantil puede afectar la maduración y función del sistema nervioso al alterar las moléculas que produce la microbiota en los niños. «El estrés infantil se refiere a las reacciones físicas y psicológicas en situaciones que los pequeños no pueden entender ni controlar, lo que altera su equilibrio general», señala la doctora.

¿Cómo reconocer que un niño está estresado? Según la doctora De la Puerta, esto puede manifestarse como una mayor necesidad de proximidad a sus padres, cambios en el comportamiento, irritabilidad excesiva, decaimiento, mutismo, mala calidad del sueño, alteraciones en el apetito, rabietas o pérdida de interés en jugar. «El estrés puede somatizarse en forma de cansancio, boca seca, temblores, dolores de cabeza o de barriga, así como mareos», agrega.

«El niño que se muestra triste o enojado, o que tiene dificultades para concentrarse, podría estar sufriendo de trastornos del neurodesarrollo. Existen múltiples estudios que vinculan el TEA o el TDA con desórdenes de microbiota, en un contexto de origen multifactorial y neuroinflamación asociada,» añade.

EL ESTRÉS MERMA LA SALUD FÍSICA Y MENTAL DE LOS NIÑOS

La doctora advierte que la exposición al estrés en los primeros años de vida y en un entorno adverso puede impactar «significativamente» la salud física y mental de los niños, contribuyendo «hasta en un 45% al desarrollo de enfermedades mentales en la infancia, y hasta en un 30% en la adultez si no se gestiona adecuadamente».

Como sostiene, el papel de la microbiota intestinal es «fundamental» para manejar situaciones de estrés durante cualquier etapa de la vida: «Un ecosistema robusto favorece el funcionamiento adecuado del eje intestino-cerebro, promoviendo la producción de neurotransmisores y ácidos grasos de cadena corta que ayudan a estabilizar el impacto inflamatorio del estrés».

En caso de que el estrés se mantenga, la continua exposición a niveles elevados de cortisol afectará la microbiota, disminuyendo su diversidad, lo que vuelve al ecosistema más inestable. «Las hormonas se disparan durante el estrés crónico y perjudican específicamente a bacterias estabilizadoras como el lactobacillus, permitiendo así que microorganismos más proinflamatorios se multipliquen».

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