MADRID 18 Abr. –
La Asociación Estadounidense del Corazón ha presentado una nueva declaración científica que examina cómo los diferentes factores del sueño impactan en la salud cardiometabólica y qué intervenciones pueden optimizarla.
Un sueño saludable abarca múltiples aspectos, como la cantidad de horas de sueño nocturno, el tiempo requerido para conciliar el sueño y el funcionamiento durante el día. Abordar estas diferentes dimensiones puede mejorar la salud cardiometabólica y los factores de riesgo asociados, según la declaración publicada en ‘Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes’.
Este nuevo estudio detalla diversos componentes de la salud del sueño, incluyendo la duración, continuidad, ritmo, satisfacción, regularidad y funcionamiento diurno. La declaración también revisa las evidencias recientes sobre la relación entre el sueño y factores de la salud cardiometabólica, como la grasa corporal, el azúcar en la sangre, el colesterol y la presión arterial, destacando cómo un sueño adecuado puede tener efectos positivos en la salud física y el bienestar mental.
«La mayoría de los adultos requieren entre 7 y 9 horas de sueño cada noche, y un sueño subóptimo eleva el riesgo de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, depresión y problemas de hipertensión, azúcar en sangre y colesterol», comentó la presidenta del grupo de redacción de la declaración científica, Marie-Pierre St-Onge.
«Sin embargo, cada vez hay más evidencia de que la salud del sueño abarca más que solo el número de horas de sueño», añadió la investigadora.
SUEÑO Y SALUD CARDIOMETABÓLICA
El primer componente analizado ha sido la duración del sueño. Los datos recientes de múltiples estudios sugieren que dormir menos de 7 horas por noche aumenta el riesgo de fibrilación auricular, síndrome cardiometabólico y presión arterial elevada. Por otro lado, dormir más de 9 horas también se vincula a un mayor riesgo de síndrome cardiometabólico, rigidez arterial, accidente cerebrovascular o muerte relacionada con enfermedad cardiaca o accidente cerebrovascular.
El segundo aspecto considerado es la continuidad del sueño, que se refiere al tiempo efectivamente pasado durmiendo. Las alteraciones en este aspecto se han asociado con un mayor riesgo de fibrilación auricular, infarto de miocardio, hipertensión y resistencia a la insulina.
El tercer componente es la hora de dormir. Aunque la investigación de calidad sobre este tema es limitada, se ha encontrado que acostarse a medianoche o más tarde está asociado con un aumento en el riesgo de sobrepeso, resistencia a la insulina y presión arterial alta, en comparación con quienes se acuestan antes de medianoche.
A continuación se encuentra la satisfacción con el sueño, que refleja la percepción que una persona tiene sobre su calidad de sueño. Análisis recientes han mostrado que menor satisfacción con el sueño se relaciona con mayor presión arterial, arterias más rígidas, enfermedades coronarias y falta de disminución de la presión arterial nocturna.
El quinto punto es la regularidad del sueño. Un estudio del Biobanco del Reino Unido ha revelado que incluso quienes duermen lo suficiente pueden enfrentar un riesgo aumentado de diabetes tipo 2 si tienen patrones de sueño muy irregulares.
El sexto componente es el funcionamiento diurno, que se refiere a la capacidad de permanecer alerta durante el día. La somnolencia excesiva diurna se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares, cardiopatías coronarias, accidentes cerebrovasculares y mortalidad por diversas causas. Algunos factores de riesgo como obesidad, diabetes tipo 2, depresión y apnea del sueño están asociados a la somnolencia diurna, aunque la pérdida de peso puede ayudar a mitigar este problema.
Por último, se analiza la arquitectura del sueño, que se refiere a las fases del sueño en las que un cuerpo duerme. El sueño se divide en dos categorías: movimiento ocular no rápido (No REM) y movimiento ocular rápido (REM). Un análisis de múltiples estudios ha observado que la alteración del sueño No REM está relacionada con mayores niveles de resistencia a la insulina.
DIFERENCIAS EN LA SALUD DEL SUEÑO
La declaración también discute las diferencias en la salud del sueño entre individuos afectados por factores sociales adversos. Una revisión de más de 300 estudios encontró asociaciones consistentes entre el bajo estatus socioeconómico y la salud del sueño subóptima.
Factores sociales y ambientales, incluyendo las características del hogar y la comunidad, como la contaminación lumínica y acústica, así como la seguridad, contribuyen a las diferencias en la salud del sueño.
Comparado con la población blanca no hispana, los individuos de grupos raciales y étnicos históricamente infrarrepresentados tienden a dormir menos y a experimentar una calidad de sueño inferior. Estas diferencias son persistentes, y se ha observado que los adultos afroamericanos tienen la peor salud del sueño entre todos los grupos.
«Es crucial entender que cada persona vive experiencias de sueño únicas, y estas diferencias pueden influir en otras desigualdades de salud», destacó St-Onge, subrayando que «incluir diversos aspectos del sueño en las conversaciones con los pacientes brinda información valiosa para que los profesionales de la salud mejoren la atención».
SE NECESITA MÁS INVESTIGACIÓN PARA OPTIMIZAR LA SALUD DEL SUEÑO
La conciencia sobre la importancia del sueño está creciendo, sin embargo, los expertos presentan la necesidad de más investigación sobre las diversas dimensiones de la salud del sueño para que los médicos puedan ayudar a los pacientes a promover un sueño saludable y, así, mejorar su salud.
Aunque hay numerosos ‘smartwatches’ y otros dispositivos que monitorean el tiempo de sueño, se requieren avances para evaluar adecuadamente otros aspectos del sueño.
El sueño es uno de los componentes clave en el Life’s Essential 8, las métricas de la Asociación Estadounidense del Corazón para una salud cardiovascular óptima. En este contexto, la única medida de sueño considerada es su duración (número de horas por noche), ya que aún faltan investigaciones que validen la evaluación de otros componentes del sueño.
Según varios estudios, la mala salud del sueño afecta negativamente los resultados cardiovasculares. Por ello, es necesaria la evidencia de ensayos clínicos que confirmen que mejorar la calidad del sueño conlleva a una mejor salud cardiometabólica.