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¿Es el hambre una mala consejera? Un estudio analiza cómo la falta de alimento impacta la agudeza mental.

¿Es el hambre una mala consejera? Un estudio analiza cómo la falta de alimento impacta la agudeza mental.

   MADRID, 9 Nov. –

El ayuno intermitente, que puede implicar la abstención de alimentos durante varias horas o incluso días, se ha posicionado como uno de los regímenes dietéticos más populares hoy en día, frecuentemente elogiado por sus posibles beneficios, tales como la mejora de la sensibilidad a la insulina, la reparación celular y el control del peso.

Sin embargo, sigue generando debate, especialmente en relación con sus efectos sobre el estado de ánimo, el rendimiento cognitivo y su conexión con los hábitos alimenticios diarios.

EL AYUNO INTERMITENTE Y SU IMPACTO COGNITIVO A CORTO PLAZO

«A pesar de que el ayuno se ha vuelto muy popular en los últimos años, hay preocupaciones generalizadas, a menudo reflejadas en dichos como ‘No eres tú mismo cuando tienes hambre’, sobre si la privación de alimentos podría afectar gravemente la agudeza mental», comenta David Moreau, doctor en psicología y profesor asociado de la Universidad de Auckland, quien es el autor principal de un estudio que busca aclarar esto.

«Dado lo crucial que es mantener un nivel adecuado de rendimiento cognitivo para actividades laborales y personales, es esencial realizar un análisis sistemático de los efectos secundarios», añade.

    Resultados de una investigación de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), publicada por la Asociación Americana de Psicología, sugieren que es poco probable que saltarse el desayuno o practicar el ayuno intermitente afecte el pensamiento de la mayoría de los adultos a corto plazo. Esta investigación aparece en la revista ‘Psychological Bulletin’.   

   Los investigadores llevaron a cabo un metaanálisis de 71 estudios que comparaban el rendimiento cognitivo en adultos sanos que estaban en ayunas o que habían comido recientemente. Las evaluaciones medían habilidades como la memoria, la toma de decisiones y la velocidad y precisión en las respuestas. En total, el análisis incluyó a 3.484 participantes, siendo la duración media de los periodos de ayuno de 12 horas.

EFECTOS DISTINTOS EN ADULTOS Y NIÑOS

    «Nuestro hallazgo más importante fue que, en general, no hay evidencia consistente de que el ayuno a corto plazo influya negativamente en el rendimiento mental», detalla Moreau. «Las personas que ayunaron mostraron un rendimiento comparable al de aquellos que habían comido recientemente, lo que indica que la función cognitiva se mantiene estable en ausencia de alimentos».

   A pesar de que el estudio no encontró diferencias significativas, los investigadores identificaron ciertos matices. Se observaron reducciones leves en el rendimiento cognitivo durante ayunos superiores a 12 horas, y los niños, aunque representaron una pequeña parte del conjunto de datos, mostraron mayores déficits en comparación con los adultos.

   «Nos sorprendió un poco, ya que nuestros resultados contradicen la creencia común de que el ayuno afecta negativamente la capacidad cognitiva», afirma Moreau. «En una vertebración amplia de tareas, el rendimiento cognitivo se mantuvo notablemente estable. Muchas personas creen que saltarse una comida lleva a un deterioro inmediato de la agudeza mental, pero nuestro análisis de la evidencia indica lo contrario».

   Uno de los hallazgos más interesantes fue que los efectos del ayuno dependían del contexto. «Los déficits de rendimiento se observaban principalmente en tareas relacionadas con alimentos, como observar imágenes de comidas o procesar palabras asociadas a la alimentación», menciona Moreau.

En contraste, «el rendimiento en tareas con contenido neutro apenas se veía alterado. La hambre podría desviar selectivamente los recursos cognitivos o causar distracción solo en contextos relacionados con la comida, mientras que el funcionamiento cognitivo general se mantiene en gran medida estable».

   Los investigadores también subrayaron las diferencias por edad. «La edad fue un factor moderador relevante», señala Moreau. «Los niños mostraron un notable descenso en su rendimiento durante el ayuno, corroborando estudios anteriores que indican las ventajas cognitivas persistentes de desayunar en grupos más jóvenes. Nuestros hallazgos sugieren que las poblaciones pediátricas requieren una atención especial al evaluar intervenciones de ayuno, guiándose por la idea de que los cerebros en desarrollo son más vulnerables a la falta de energía».

EL HAMBRE AUMENTA LA ATENCIÓN HACIA LA COMIDA, NO MANTIENE LA CAPACIDAD MENTAL

   Más allá del entorno de laboratorio, según Moreau, los hallazgos tienen implicaciones significativas para la salud pública y la práctica del ayuno. «La conclusión principal es tranquilizadora: el rendimiento cognitivo se mantiene estable durante el ayuno a corto plazo, lo que sugiere que la mayoría de los adultos sanos no deberían preocuparse de que el ayuno intermitente afecte su agudeza mental o su capacidad para realizar actividades diarias», asegura.

   «Desde una perspectiva fisiológica, el ayuno desencadena cambios metabólicos significativos. Cuando las reservas de glucógeno se agotan, el cuerpo recurre a los cuerpos cetónicos generados por el tejido adiposo como fuente de energía alternativa. La evidencia emergente apunta a que el uso de cetonas puede ofrecer amplios beneficios para la salud, modular sistemas hormonales y activar procesos de reparación celular vinculados a la longevidad», concluye.

   Estos hallazgos apoyan la viabilidad del ayuno intermitente como una intervención de salud para adultos, subrayando la importancia de adaptar estas prácticas a poblaciones específicas, tales como niños o personas con condiciones de salud particulares.

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