MADRID, 17 Oct. –
¿Es un hecho que al envejecer se duerme peor por naturaleza? ¿O simplemente es un mito que hemos aceptado? Los expertos aclaran que el sueño cambia con los años, aunque no todo debe ser considerado como «normal». El insomnio crónico, las apneas, o la somnolencia excesiva, son ejemplos que no forman parte del envejecimiento natural y pueden afectar al corazón, a la memoria y aumentar el riesgo de caídas.
Charlamos en este sentido con Araceli Abad Fernández, jefa de Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Getafe (Madrid), quien nos explica que con los años «se duerme de manera diferente», pero advierte que no debemos aceptar que las personas mayores duerman mal. Es importante entender que, debido a cambios fisiológicos, el inicio del sueño, su mantenimiento, y la hora de despertar pueden modificarse, afectando así la calidad de vida del individuo.
«Por lo tanto, hay que cuidar ciertos hábitos diarios para mejorar el sueño nocturno«, enfatiza esta experta. Según ella, mantener una rutina de sueño, recibir luz solar directa por la mañana y llevar una vida activa y saludable son esenciales.
«Realizar siestas ‘saludables’, es decir, no más de 30 minutos, y evitar en lo posible los inductores del sueño, especialmente las benzodiacepinas. Otras recomendaciones, válidas para la población general, son igualmente aplicables a los mayores: reducir el consumo de cafeína, practicar deporte preferiblemente por la mañana, evitar pantallas antes de acostarse y mantener un horario regular de sueño en un ambiente relajante son recomendaciones aptas también para los ancianos», añade esta neumóloga.
QUÉ ALTERA EL SUEÑO A PARTIR DE LOS 60
Advierten que la falta de luz, relaciones sociales, la soledad no deseada, alteraciones del ánimo, dolor y su mal control, entre otros factores, pueden alterar el ritmo circadiano de las personas mayores.
«A veces, el uso de benzodiacepinas puede resultar más perjudicial que beneficioso a largo plazo, por lo que debemos ser cautelosos al prescribirlos. Además, es importante tener cuidado especial con los ancianos institucionalizados, como aquellos en residencias, donde los horarios de sueño no suelen coincidir con su ritmo biológico, o donde la falta de estímulos e inactividad generan un aumento del sueño diurno, lo que empeora aún más el insomnio», sostiene esta experta del Hospital Universitario de Getafe.
QUÉ SÍ DEBERÍAMOS ACEPTAR COMO NORMAL
En este contexto, Araceli Abad destaca que los ancianos tienden a tener un sueño más superficial, con disminución de la fase N3 (sueño profundo) y un inicio de sueño más temprano, lo que a menudo resulta en un despertar más precoz.
«En términos generales, los mayores suelen pasar más tiempo en la cama, pero su sueño es más ligero, con múltiples despertares y despertarse temprano, lo que reduce la eficiencia del sueño. Si a esto le sumamos otros factores, como los despertares por nicturia o dolor osteoarticular, la calidad del sueño se ve aún más perjudicada», señala esta especialista.
Sin embargo, no debemos considerar normal, por ejemplo, la somnolencia diurna excesiva o síntomas típicos de trastornos del sueño, como ronquidos o apneas, ni restar importancia al insomnio en la población mayor.
Sobre las consecuencias de la falta de un sueño adecuado a partir de los 60, esta neumóloga indica que son similares a las de cualquier otra etapa de la vida, comenzando por una calidad de vida disminuida, somnolencia diurna, un aumento del riesgo cardiovascular, mayor dificultad para controlar enfermedades crónicas o autoinmunes, dificultades para perder peso, entre otros.
«Además, en este rango de edad, el deterioro cognitivo y el impacto en el estado anímico o motor (mayor riesgo de caídas o deterioro de la marcha) son factores a considerar», añade.
CUÁNDO CONSULTAR
Finalmente, la jefa de Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Getafe enfatiza que las personas mayores de 60 años deben consultar a un especialista si su problema interfiere con su calidad de vida o afecta negativamente el control de sus enfermedades crónicas.
«La presencia de ronquidos y/o apneas, dolor, sensación de ardor en las extremidades, la necesidad de levantarse para aliviar los síntomas, movimientos involuntarios o bruscos durante la noche, o la necesidad de levantarse repetidamente, son razones que deben llevar al paciente a buscar atención especializada y ser dirigido a una unidad de sueño», concluye esta experta.