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¿Por qué algunas personas sufren más de problemas de garganta mientras que otras padecen más de trastornos estomacales? La ciencia lo explica.

¿Por qué algunas personas sufren más de problemas de garganta mientras que otras padecen más de trastornos estomacales? La ciencia lo explica.

   MADRID, 13 Sep. –

   ¿Por qué hay personas que tienen más facilidad para resfriarse, mientras que otras padecen problemas digestivos? La Ciencia ya ha encontrado respuestas, y esta no se limita únicamente a la genética; la microbiota intestinal y oral, la inmunidad de las mucosas y los hábitos de vida juegan un papel crucial.

   Las elecciones en nuestra dieta, descanso, ejercicio y manejo del estrés son factores determinantes en nuestro «punto débil» frente a infecciones respiratorias o digestivas. ¿La buena noticia? Con cambios de estilo de vida y una adecuada regulación del sistema inmune, podemos fortalecer nuestras defensas durante otoño e invierno.

   En una entrevista, la presidenta de la Sociedad Española de Inmunología (SEI) y jefa del Servicio de Inmunología del Hospital Clínico San Carlos, Silvia Sánchez-Ramón, nos explica esto.

   «La tendencia de algunas personas a enfermarse más frecuentemente de las vías respiratorias, y otras del aparato digestivo, se explica principalmente por diferencias en la inmunidad de las mucosas, en la composición y en la función del microbioma, así como en factores genéticos y ambientales. Tanto el tracto respiratorio como el digestivo comparten mecanismos inmunológicos similares, pero difieren en la exposición a patógenos, la estructura de sus barreras y la regulación inmunitaria local», detalla esta experta.

   Además, señala que aspectos como la edad, el uso de antibióticos, la dieta, la exposición ambiental y antecedentes genéticos influyen en la composición del microbioma y la maduración del sistema inmunitario, definiendo así el «punto débil» de cada individuo.

¿HAY PERSONAS MÁS FUERTES QUE OTRAS?

   En este contexto, le preguntamos a la experta si realmente hay personas con sistemas inmunes mejor regulados, aclarando que la susceptibilidad a infecciones depende no de una «fuerza» absoluta del sistema inmunitario, sino de su regulación óptima y adaptación al entorno, que resulta de la interacción entre predisposición genética, microbiota y hábitos de vida.

   «La variabilidad individual en la respuesta inmunitaria se debe a variantes genéticas complejas que afectan la expresión y función de las células inmunitarias, así como a mecanismos epigenéticos (ambientales y microbioma) que modulan la respuesta ante infecciones y otros estímulos», recalca.

EL PAPEL DE LA MICROBIOTA TAMBIÉN CUENTA

   Señala que la microbiota intestinal y oral puede influir significativamente en la vulnerabilidad a ciertos virus e infecciones, modulando la inmunidad de las mucosas y sistémica, en interacción con factores genéticos y ambientales.

   «La composición y diversidad de la microbiota determinan la efectividad de las respuestas inmunitarias locales y distales, afectando la susceptibilidad tanto a infecciones digestivas como respiratorias. La disbiosis intestinal, es decir, el desequilibrio en la microbiota, puede alterar la función de células inmunitarias y la producción de IgA, anticuerpos esenciales en la respuesta de mucosas, lo que reduce la capacidad de defensa contra virus y bacterias», continúa la presidenta de la SEI.

LOS MEJORES CUIDADOS DEL DÍA A DÍA

   Las decisiones cotidianas, como una alimentación adecuada, descanso, ejercicio físico y manejo del estrés, pueden influir mucho en la predisposición a infecciones respiratorias y digestivas, considerando la conexión entre genética, sistema inmunitario y microbiota intestinal y oral.

   «Una dieta equilibrada, rica en fibra, micronutrientes (vitaminas A, C, D, E, zinc) y compuestos bioactivos, favorece la diversidad y estabilidad de la microbiota, contribuyendo a la inmunidad adecuada y la integridad de las barreras mucosas», enfatiza.

   Sánchez-Ramón también destaca que la malnutrición y las dietas pobres en fibra o excesivas en azúcares refinados están asociadas con disbiosis y mayor susceptibilidad a infecciones bacterianas y por hongos.

   La dieta mediterránea, por ejemplo, se ha vinculado con menor inflamación y mejor respuesta inmunitaria. La falta de sueño y el estrés crónico alteran la función inmunitaria y favorecen estados proinflamatorios, aumentando la vulnerabilidad a infecciones. El ejercicio físico regular de intensidad moderada mejora la función inmunitaria y la composición de la microbiota, mientras que el sedentarismo y el sobreentrenamiento pueden tener efectos adversos.

   La genética juega un papel importante en la respuesta inmunitaria y su interacción con la microbiota, pero los hábitos de vida pueden modificar la expresión de genes relacionados con la inmunidad e inflamación, así como la composición microbiana.

   La doctora Sánchez-Ramón precisa que la genética influye directamente en la función del sistema inmunitario: «Se han identificado factores genéticos, como variantes en genes relacionados con la respuesta inmunitaria como el TLR4, CD14, CARD15/NOD2, HLA-DQ2/DQ8, que pueden influir en la susceptibilidad a infecciones respiratorias y digestivas, favoreciendo respuestas inflamatorias excesivas o defectuosas».

   Incluso, las inmunodeficiencias primarias, muchas de origen genético, suelen manifestarse primero como infecciones recurrentes en el tracto respiratorio.

CÓMO PREPARARNOS PARA EL OTOÑO

   Con todo esto, solicitamos a la jefa del Servicio de Inmunología del Hospital Clínico San Carlos, Silvia Sánchez-Ramón, que nos detalle las principales medidas prácticas recomendadas para fortalecer el sistema inmunitario y reducir la susceptibilidad a infecciones respiratorias y digestivas durante otoño e invierno:

   1. Optimización de hábitos de vida que modulan la inmunidad y la microbiota intestinal y oral de manera individualizada.

   2. Alimentación variada y equilibrada, que favorece la diversidad microbiana y proporciona micronutrientes esenciales (vitaminas y oligoelementos) fundamentales para la función inmunitaria.

   3. Minimizar la exposición a factores ambientales adversos (contaminación, tabaco).

   4. Descanso adecuado, vital para la regulación inmunitaria.

   5. Ejercicio físico regular de intensidad moderada para mejorar la función inmunitaria y la microbiota.

   6. Vacunación frente a aquellos virus o bacterias, siempre según el riesgo individualizado.

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