MADRID, 3 May.
Mezclar alcohol con antibióticos puede conllevar riesgos que varían desde efectos secundarios leves hasta reacciones graves, dependiendo tanto del tipo de antibiótico como de la cantidad de alcohol consumida.
Según explica Ana Dora Bonilllo, vocal de Adjuntos, Sustitutos y Regentes del Colegio de Farmacéuticos de Almería y farmacéutica comunitaria, entre los efectos secundarios más habituales se encuentran: náuseas y vómitos. El alcohol puede intensificar la irritación estomacal causada por algunos antibióticos, además de provocar dolor de cabeza, mareos o desequilibrio, así como problemas cardíacos.
Por otro lado, esta experta habla de daño hepático, dado que «el consumo de alcohol puede aumentar la carga sobre el hígado, que también metaboliza los antibióticos», así como de debilidad del sistema inmune.
En esta línea, Sandra Pérez, secretaria del Colegio de Farmacéuticos de Cádiz, señala que los efectos secundarios más frecuentemente observados incluyen mareos, somnolencia, cefalea, malestar gastrointestinal y rubor facial. Sin embargo, advierte que pueden manifestarse reacciones adversas más severas, como incremento de la presión arterial, taquicardia, insuficiencia hepática, efecto tipo disulfiram (similar al producido por un fármaco para la deshabituación del alcohol), y disminución de la eficacia del tratamiento.
Ambas coinciden en que, mientras se esté en un tratamiento antibiótico, lo aconsejable es evitar el consumo de alcohol, favoreciendo así una recuperación óptima y sin complicaciones.
De hecho, Ana Dora Bonillo sostiene que, si estamos bajo un tratamiento con antibióticos, es porque enfrentamos una infección: «La ingesta de alcohol en esta situación no es conveniente, ya que actúa negativamente sobre el sistema inmune debilitándolo aún más y dificultando la lucha contra el patógeno.»
Dicha importancia depende del tipo y magnitud de la infección y de la cantidad de alcohol consumido. «Pero, en general, está desaconsejado», insiste esta experta.
ANTIBIÓTICOS ESPECIALMENTE PELIGROSOS
Ambas especialistas destacan que hay una serie de antibióticos que son especialmente peligrosos si se combinan con alcohol. Sandra Pérez comenta que existen ciertos antibióticos con los que el consumo de alcohol está totalmente contraindicado debido al alto riesgo de reacciones adversas graves: «Estos antibióticos pueden provocar efectos secundarios severos, incluso con pequeñas cantidades de alcohol, y en algunos casos la restricción debe mantenerse hasta 72 horas después de finalizar el tratamiento.»
En concreto, Ana Dora Bonillo menciona tres tipos de antibióticos que presentan una «fuerte interacción farmacológica con el alcohol»: algunas cefalosporinas, cloranfenicol, y metronidazol. «Se manifiesta con síntomas que incluyen vasodilatación cutánea, sudor, sed, cefalea pulsátil, disnea, náuseas, vómitos, vértigo, visión borrosa, hipotensión, taquicardia, confusión mental o síncope», detalla esta farmacéutica.
Además, alerta que el consumo excesivo y agudo de alcohol puede actuar como un inhibidor enzimático, afectando negativamente el aclaramiento y la eliminación de algunos fármacos, resultando en un aumento de su concentración plasmática y posible toxicidad.
Por otro lado, un consumo crónico podría tener el efecto contrario, incrementando la eliminación del fármaco y disminuyendo su efecto farmacológico.
PUEDE INTERFERIR EN SU EFECTO
Sandra Pérez sostiene que el consumo de alcohol puede interferir en la absorción y metabolismo de los antibióticos, reduciendo su concentración en sangre y, por ende, disminuyendo su eficacia para combatir la infección: «Esto sucede porque tanto el alcohol como muchos antibióticos son metabolizados por el hígado, y al consumir ambos, este órgano debe trabajar más, aumentando el riesgo de interacciones.»
Además, alerta que el alcohol puede dificultar mantener niveles constantes de antibiótico en el organismo, lo que es crucial para la efectividad del tratamiento, pudiendo favorecer el desarrollo de resistencia bacteriana.
CUÁNDO SE PUEDE VOLVER A TOMAR ALCOHOL
Consultamos a estas farmacéuticas sobre cuándo es seguro volver a consumir alcohol tras la toma de un antibiótico, ya que algunos continúan activos horas o días después de su administración. Sandra Pérez menciona que, para la mayoría de los antibióticos comunes (como amoxicilina), se aconseja esperar al menos 24 a 48 horas después de la última dosis antes de consumir alcohol, permitiendo así la eliminación completa del medicamento.
Para antibióticos con interacciones graves con el alcohol, se recomienda esperar al menos 72 horas tras finalizar el tratamiento. Esto es vital, pues estos medicamentos pueden permanecer más tiempo en el cuerpo, aumentando el riesgo de reacciones adversas.
«Es crucial considerar el estado general de recuperación: si aún persisten síntomas de la infección o efectos secundarios del antibiótico, lo mejor es esperar hasta sentirse completamente recuperado antes de volver a consumir alcohol», afirma esta experta.
Ana Dora Bonilllo subraya que todo dependerá del tipo de infección y la duración del tratamiento antibiótico, así como de la salud del organismo: «No es lo mismo superar una infección de orina moderada con un tratamiento corto que haber estado en tratamiento prolongado.»
Por último, después de finalizar el tratamiento antibiótico, es recomendable considerar un complemento alimenticio para reforzar el sistema inmune, facilitando así una completa recuperación antes de reanudar la ingesta de alcohol.