Se relaciona con menor acumulación de beta amiloide y mayor grosor cortical.
BARCELONA, 30 Abr. – Un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y del BarcelonaBeta Brain Research Center (Bbrc) ha revelado que un aumento en la actividad física entre los 45 y los 65 años podría ayudar a prevenir el Alzheimer, mientras que la inactividad sería perjudicial para la salud cerebral.
El artículo, publicado en la revista ‘Alzheimer’s & Dementia’, destaca la necesidad de fomentar la actividad física en personas adultas de mediana edad, según informa ISGlobal en un comunicado.
Se estima que un 13% de casos de Alzheimer alrededor del mundo pueden atribuirse a la inactividad física; de hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda de 150 a 300 minutos de actividad moderada o de 75 a 150 de actividad intensa por semana.
Aunque se ha investigado ampliamente cómo el ejercicio reduce el riesgo de Alzheimer al mejorar la salud cardiovascular y mental, estudios recientes sugieren que la actividad física puede tener un impacto directo en el desarrollo de las patología relacionadas con la enfermedad.
CATALANES DE MEDIANA EDAD CON ANTECEDENTES
El estudio incluyó a 337 personas de la cohorte longitudinal Alfa, del estudio Alzheimer’s and Families (Alfa) del Bbrc. La investigadora doctoral en ISGlobal, Müge Akinci, ha explicado que siguieron durante 4 años a residentes en Catalunya con antecedentes familiares de Alzheimer.
Se realizaron cuestionarios de actividad física para evaluar los cambios en un período de 4 años y pruebas de neuroimagen para analizar los efectos del ejercicio en la estructura y función cerebrales.
Las personas se clasificaron en adherentes, no adherentes y sedentarias.
BETA AMILOIDE
La beta amiloide es una proteína que puede obstaculizar la comunicación neuronal si se acumula en el cerebro y se considera el primer evento patológico de la enfermedad de Alzheimer.
Los participantes que aumentaron su actividad física hasta los niveles recomendados por la OMS mostraron una menor acumulación de beta amiloide en comparación con aquellos que mantuvieron un estilo de vida sedentario o redujeron su actividad física.
A mayor aumento de actividad, mayor reducción de la carga de amiloide. Los participantes no sedentarios también mostraron un mayor grosor cortical en regiones del cerebro relacionadas con la enfermedad de Alzheimer.
Akinci señala que «incluso aquellas personas con actividad física menor a la recomendada mostraron beneficios en grosor cortical», lo que sugiere que cualquier nivel de movimiento es saludable.
MÁS EJERCICIO
El equipo investigador estudió tanto el aumento de actividad física como la adherencia a las recomendaciones de la OMS. Los resultados indican que los beneficios de la actividad física están más relacionados con el aumento de ejercicio a lo largo del tiempo que con el cumplimiento de un umbral específico.
Eider Arenaza-Urquijo, investigadora del ISGlobal, recalca la importancia de promover el ejercicio en la mediana edad como «estrategia de salud pública» para la prevención del Alzheimer.
Las intervenciones dirigidas a aumentar la actividad física podrían ser clave para reducir la incidencia de la enfermedad en el futuro, concluye Arenaza-Urquijo.