MADRID, 5 Oct. –
Hasta un 60% de la microbiota intestinal puede modificarse con la alimentación. Una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos y aceite de oliva favorece una microbiota más diversa y saludable, capaz de influir en la inmunidad, el metabolismo e incluso en el bienestar emocional. Por el contrario, los ultraprocesados y el exceso de azúcar y sal alteran ese equilibrio, asociándose a más de 300 enfermedades distintas.
«La mejor manera de alterar la microbiota es la alimentación, y hasta el 60% de su estructura puede modificarse rápidamente en respuesta a cambios en la dieta. Lo que comemos influye directamente en ella y el tipo de dieta modifica su composición y diversidad. A su vez, cómo respondemos a una dieta viene condicionado por nuestra propia microbiota. Esto explica por qué una misma dieta tiene efectos distintos en personas diferentes, debido a la diversidad de sus microbiotas», afirma el catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra Ignacio López-Goñi, autor de ‘Microbiota y salud mental’ (La Esfera de los libros).
Este experto sostiene que una microbiota sana y diversa se logra con una dieta rica en vegetales, frutas, cereales integrales, frutos secos y aceite de oliva virgen. Es importante evitar el abuso de la dieta occidental, rica en ultraprocesados y con alta concentración de azúcar y sal. Siempre se debe optar por alimentos ricos en fibra, probióticos y polifenoles, que aportan color a frutas y verduras.
«Finalmente, llegamos a la dieta mediterránea, que se entiende como un estilo de vida. Es la mejor dieta para tu microbiota, y posiblemente para tu cerebro. Estudios científicos demuestran que la dieta mediterránea se asocia a menor estrés, ansiedad y depresión, además de mejorar la diversidad de la microbiota», señala.
Por ello, defiende que, si eres una persona sana, lo mejor para tu microbiota es una dieta mediterránea sin alcohol ni tabaco, y complementada con ejercicio regular, además de compartirla con familiares y amigos. Esto «seguro que mejora tu salud mental».
El experto puntualiza que las intervenciones para mejorar la microbiota no curarán enfermedades en las que se ha visto alterada, como el parkinson, alzheimer, diabetes o depresión. «Estas son patologías complejas, consecuencia de factores ambientales y genéticos. Sin embargo, mejorar la microbiota de manera complementaria puede elevar la calidad de vida de estas personas, pues muchas de estas enfermedades presentan problemas gastrointestinales, como en el caso del parkinson, donde el estreñimiento es habitual», remarca López-Goñi.
LA MICROBIOTA Y LA LECHE MATERNA
En su nuevo libro, también se aborda la microbiota intestinal de la madre y cómo sus metabolitos están directamente relacionados con el crecimiento y desarrollo normal del cerebro. Además, el bebé, al nacer, comienza a construir su propia microbiota intestinal, y la primera persona de la que recoge parte de esta es de la madre.
«Influye la forma en la que nacemos, ya sea por cesárea o vaginal. También importa la alimentación y la toma de leche materna, que no es estéril y contiene más de 700 bacterias diferentes, ayudando a repoblar la microbiota intestinal del bebé», advierte.
A su juicio, «la leche materna es el mejor probiótico» y también incluye oligosacáridos, «el mejor prebiótico que se puede usar para nutrir la microbiota del bebé».
En los primeros meses, como defiende este catedrático de Microbiología, la microbiota del bebé se va formando y su desarrollo se ve influenciado por la medicación recibida, si se administran antibióticos y la alimentación.
«Esto, en última instancia, tendrá consecuencias en la salud del bebé y, aunque no están del todo claras, los resultados sugieren que la construcción de la microbiota intestinal del bebé influye en el desarrollo futuro de enfermedades alérgicas, metabólicas como la diabetes, y funciones neuronales, facilitando la comunicación entre la microbiota y el cerebro, conocido como ‘eje intestino-cerebro'», relata.
Además, señala que normalmente, hasta los 3-4-5 años, la microbiota cambia significativamente, siendo muy dependiente de la alimentación, los medicamentos y factores ambientales. Sin embargo, resalta que a partir de los 5 años, la microbiota se vuelve más estable y difícil de cambiar, además de diferenciarse de unas personas a otras.
«Compartimos solo el 30% de la microbiota y el 70% es individual. A partir de los 60 años, esa microbiota puede desestabilizarse nuevamente, apareciendo alteraciones intestinales. Por eso, la microbiota cambia con la edad, y es importante no olvidar que le afecta el estilo de vida, el estrés y ciertos alimentos», recalca este experto.