MADRID, 24 Oct. –
España, en la actualidad, comparte la hora oficial con países ubicados mucho más al este de Europa. Esto provoca que el anochecer y el amanecer sean más tarde de lo que corresponde, en concreto, dos horas más tarde durante el horario de verano y una durante el de invierno. Esta asimetría promueve el hábito de acostarse tarde, reducir el sueño en días laborales y acumular jet-lag social.
El catedrático de Fisiología de la Universidad de Murcia y experto en Cronobiología, Juan Antonio Madrid, denuncia esto en una entrevista, coincidiendo con el próximo cambio de hora previsto para esta madrugada, tras la propuesta del Gobierno de España a Europa para mantener el país en horario de invierno.
«La evidencia internacional indica que vivir alejado del huso horario solar se relaciona con menos sueño y peores indicadores de salud y productividad; por ello, los expertos europeos en cronobiología y sueño sugieren alinear la hora oficial con la solar; lo que en nuestro caso implica evitar el horario de verano permanente», afirma Madrid.
EFECTOS DEL CAMBIO DE HORA EN NUESTRA SALUD
Además, sostiene que la desincronización crónica está vinculada con menos horas de sueño en los días laborales, disminución del rendimiento, y mayor riesgo cardiometabólico, ya que tiende a aumentar el sobrepeso y empeorar el control de la glucosa. «Hay que tener en cuenta que la calidad del sueño no solo depende de su duración, sino también de la regularidad de horarios y de los momentos en los que se duerme; estos aspectos se ven afectados tras los cambios horarios», subraya.
Este especialista señala que el cambio de hora en primavera desplaza la luz matutina hacia la tarde, alterando así el reloj circadiano, así como los horarios de la cena y de ir a dormir; lo que resulta en menos sueño y mayor somnolencia diurna. «Se han observado picos de accidentes de tráfico, lesiones laborales, y algunos eventos cardiovasculares tras el cambio de marzo», destaca.
Por otro lado, indica que el cambio de hora en otoño tiende a tener efectos más leves, puesto que al retrasar el reloj una hora se recupera parte del sueño perdido, y la mayoría de las personas se adapta en pocos días. «Sin embargo, esta transición puede causar alteraciones temporales del ritmo circadiano, insomnio, o somnolencia, especialmente en niños, ancianos, y personas con trastornos de sueño», precisa este catedrático.
¿CUÁNTO TARDA EL CUERPO HUMANO EN ADAPTARSE?
El organismo humano no se adapta de inmediato al cambio horario, según continúa Juan Antonio Madrid, ya que los relojes biológicos se ajustan principalmente con la luz solar matutina, y solo pueden desplazarse unos 20 a 30 minutos por día. «Por eso, tras el cambio de hora, la adaptación suele requerir entre tres y siete días, aunque en algunos casos puede extenderse hasta dos semanas«, sostiene.
Asimismo, resalta que la dirección del cambio horario también influye; así, el salto al horario de verano (que adelanta el reloj) resulta ser más difícil porque obliga a levantarse antes de lo habitual, reduciendo el tiempo de sueño. «En cambio, el retorno al horario de invierno retrasa el reloj, lo que suele ser más fácil y reparador«, reconoce Juan Antonio Madrid.
Los cronotipos, la tendencia natural a ser más matutino o vespertino, también son factores clave en esta adaptación. «Las personas matutinas –o ‘alondras’– se ajustan mejor al horario de invierno porque se alinean con su inclinación a dormir y despertarse temprano. Por su parte, los vespertinos – o ‘búhos’–, más comunes en adolescentes y jóvenes, padecen más el paso al horario de verano, ya que su reloj interno tiende a retrasarse y la luz nocturna les afecta más.
«En general, los grupos más vulnerables frente al cambio de hora, especialmente en primavera, son los adolescentes y jóvenes (reloj más tardío), cronotipos vespertinos y trabajadores a turnos. También experimentan más dificultades aquellos con trastornos del sueño (por ejemplo, fase retrasada del sueño), enfermos cardiovasculares, o pacientes con alteraciones del estado de ánimo», describe este experto.



