Investigadores de Stanford descubren que la vacuna contra el herpes zóster disminuye en un 20% el riesgo de demencia.

Investigadores de Stanford descubren que la vacuna contra el herpes zóster disminuye en un 20% el riesgo de demencia.

   MADRID, 2 Abr. –

   Un reciente estudio realizado por Stanford Medicine (Estados Unidos) dio a conocer que los investigadores que analizaron los historiales médicos de adultos mayores galeses encontraron que aquellos que recibieron la vacuna contra el herpes zóster presentaron un 20% menor probabilidad de desarrollar demencia en los siete años siguientes en comparación con quienes no la recibieron.

   Estos hallazgos significativos, publicados en ‘Nature’, respaldan la creciente teoría de que los virus que afectan el sistema nervioso pueden incrementar el riesgo de demencia. Si se confirman, estos resultados sugieren que una intervención preventiva para la demencia podría estar más cerca de lo que se pensaba.

UN ESTUDIO REVELA UN POSIBLE EFECTO PROTECTOR

   Investigaciones previas han vinculado la vacuna contra el herpes zóster con tasas más bajas de demencia, pero no pudieron explicar un sesgo significativo: las personas vacunadas tienden a ser más conscientes de su salud en múltiples aspectos que son difíciles de medir. Hábitos como la dieta y el ejercicio tienen un impacto conocido en las tasas de demencia, pero no se reflejan en los historiales médicos.

    «Todos estos estudios correlacionales enfrentan el problema fundamental de que los vacunados presentan hábitos de salud distintos a los no vacunados», comenta el doctor Pascal Geldsetzer, autor principal del nuevo estudio. «En general, no se considera que proporcionen evidencia suficiente para realizar recomendaciones al respecto».

   Sin embargo, hace dos años, Geldsetzer identificó un «experimento natural» en la vacunación contra el herpes zóster en Gales que parecía evitar el sesgo. La vacuna utilizada era una forma viva atenuada del virus.

CÓMO SE REALIZÓ LA INVESTIGACIÓN

   El programa de vacunación, que comenzó el 1 de septiembre de 2013, especificaba que cualquier persona que cumpliera 79 años en esa fecha podía vacunarse durante un año. (Las personas de 78 años serían elegibles al año siguiente, y así sucesivamente). Aquellos de 80 años o más no tendrían esa oportunidad.

   Estas reglas, diseñadas para racionar el escaso suministro de la vacuna, resultaron en que una ligera diferencia de edad entre los individuos de 79 y 80 años marcara la diferencia en el acceso a la vacuna. Al comparar a quienes cumplieron 80 años justo antes y después del 1 de septiembre de 2013, los investigadores pudieron aislar el efecto de ser elegibles para la vacunación.

   Las circunstancias, bien documentadas en los registros de salud del país, eran lo más cercano a un ensayo controlado aleatorio que se podía conseguir sin realizar uno, señala Geldsetzer.

   Los investigadores analizaron los historiales médicos de más de 280,000 adultos mayores de entre 71 y 88 años que no padecían demencia al inicio del programa. Se enfocaron en aquellos que estaban cerca del umbral de elegibilidad, comparando a quienes cumplieron 80 años una semana antes con aquellos que lo hicieron una semana después.

   «Si seleccionamos al azar mil personas nacidas en una semana y a mil nacidas una semana después, no debería haber diferencias notables entre ellas», argumenta Geldsetzer. «Son similares, excepto por esta pequeña diferencia de edad». Es probable que la misma proporción en ambos grupos hubiera querido recibir la vacuna, pero solo la mitad, casi 80, pudo hacerlo según las reglas de elegibilidad.

    «La fortaleza del estudio radica en su similitud con un ensayo aleatorio, donde un grupo de control (aquellos demasiado mayores para ser elegibles para la vacuna) se compara con un grupo de intervención (aquellos jóvenes suficientes para serlo)».

   Durante los siguientes siete años, se compararon los resultados de salud de las personas cuya edad estaba más cerca respecto a la vacunación. Al considerar las tasas reales de vacunación (aproximadamente la mitad de la población elegible recibió la vacuna, mientras que casi ninguna de los no elegibles lo hizo), pudieron evaluar los efectos de la vacunación.

¿POR QUÉ LA VACUNA PODRÍA REDUCIR LA DEMENCIA?

   Como era de esperarse, la vacuna disminuyó la incidencia de herpes zóster en aproximadamente un 37% entre los vacunados a lo largo del periodo de siete años, similar a lo que se observó en ensayos clínicos de la vacuna. (La eficacia de la vacuna viva atenuada se reduce con el tiempo).

   Para el año 2020, uno de cada ocho adultos mayores, que para entonces tenían entre 86 y 87 años, había sido diagnosticado con demencia. Sin embargo, quienes recibieron la vacuna contra el herpes zóster tuvieron un 20% menos de probabilidades de desarrollar demencia en comparación con aquellos que no se vacunaron. «Fue un hallazgo realmente sorprendente», destaca Geldsetzer. «Esta fuerte señal de protección se mantuvo, sin importar cómo se analizaran los datos».

   Los investigadores examinaron exhaustivamente otras variables que pudieran haber influido en el riesgo de demencia, y encontraron que los dos grupos eran indistinguibles en todas sus características. Por ejemplo, no había diferencias en el nivel educativo entre los elegibles y los no elegibles. Quienes cumplían con los requisitos no mostraron ser más propensos a recibir otras vacunas o tratamientos preventivos, ni a tener menores probabilidades de ser diagnosticados con enfermedades comunes como diabetes, cardiovascular o cáncer.

IMPLICACIONES PARA LA SALUD PÚBLICA

   Sin embargo, el equipo analizó los datos de diferentes maneras (por ejemplo, utilizando diferentes rangos de edad o centrándose solo en las muertes atribuibles a la demencia), y el vínculo entre la vacunación y las tasas disminuidas de demencia se mantuvo. Un hallazgo adicional reveló que la protección contra la demencia fue más pronunciada en mujeres que en hombres.

   Esto podría estar relacionado con diferencias de género en la respuesta inmune o en la forma en que la demencia se desarrolla, sugiere Geldsetzer. Las mujeres, en promedio, presentan una respuesta de anticuerpos más fuerte a la vacunación, y el herpes zóster es más prevalente en mujeres que en hombres.

   Aún no se ha determinado si la vacuna protege contra la demencia al estimular el sistema inmunológico en general, reducir específicamente las reactivaciones del virus, o a través de otro mecanismo. También se desconoce si una versión más nueva de la vacuna, que contiene solo ciertas proteínas del virus y es más eficaz en la prevención del herpes zóster, podría tener un efecto similar o incluso mayor sobre la demencia. Geldsetzer espera que estos nuevos hallazgos incentiven más financiación para esta línea de investigación.

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