MADRID, 1 Nov. –
Mientras que muchos disfrutan de películas de terror o visitan casas encantadas, otros prefieren evitar situaciones que incrementen su ritmo cardíaco. Según el psicólogo clínico Manuel Oliva Real, del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, el miedo es una respuesta adaptativa vital para la supervivencia, aunque su intensidad varía en función de la genética, la educación y las experiencias vividas.
«Existen personas más sensibles que pueden activar su sistema de alerta con mayor facilidad, lo que puede transformar un miedo normal en una reacción desproporcionada o incluso fóbica», indica el experto.
En concreto, especifica que el miedo es una respuesta adaptativa ante una situación de peligro real o percibido, que prepara al organismo para actuar. Las respuestas pueden incluir lucha, huida o protección, según detalla.
«El miedo genera una activación general en el organismo en niveles fisiológicos, cognitivos y conductuales. Una vez superada la situación de peligro, el organismo regresa a su estado original y la alerta desaparece. En este sentido, el miedo es necesario«, afirma durante una entrevista.
¿POR QUÉ HAY PERSONAS MÁS MIEDOSAS?
En este contexto, se le preguntó a este experto por qué hay individuos que sienten más miedo que otros, y apunta que, en realidad, todas las personas experimentan miedo en algún momento, ya que es una respuesta adaptativa que facilita enfrentar situaciones de peligro. «Sería perjudicial no tener miedo. La alerta es fundamental cuando realmente se necesita. Las reacciones varían entre individuos a nivel fisiológico, cognitivo y conductual», advierte.
Así, indica que algunas personas son más sensibles debido a factores genéticos, la educación recibida, y su historia personal de experiencias de peligro. «El miedo sigue siendo adaptativo si aparece ante situaciones de peligro real», aclara.
Además, menciona que los factores genéticos pueden predisponer a algunas personas a desarrollar la respuesta de miedo con mayor facilidad y de manera más intensa: «Esto, combinado con las experiencias y la educación, puede dar lugar a miedos irracionales que se transformen en reacciones fóbicas».
Desde la infancia, las personas experimentan reacciones de miedo ante situaciones potencialmente peligrosas: «Existen miedos evolutivos, que son normales y necesarios. En los niños, el miedo a la oscuridad, a los extraños, al abandono o a lo desconocido, entre otros, son comunes. Estos miedos tienden a desaparecer con la edad sin necesidad de intervención. Son miedos adaptativos», agrega.
Sin embargo, Manuel Oliva Real señala que un estilo educativo excesivamente protector o exigente puede dificultar que el niño adquiera estrategias eficaces de afrontamiento. «Esto hace que la reacción de miedo sea más intensa, rápida y duradera, condicionando aspectos de su vida y dejando de ser adaptativo. Las experiencias de peligro mal gestionadas pueden quedar ‘condicionadas’ y favorecer en el futuro la aparición de miedos irracionales o un estado de mayor alerta», complementa.
Así, este psicólogo clínico resalta que algunas personas disfrutan de experiencias que provocan miedo, mientras que otras las evitan. Esto se debe a la predisposición genética a generar respuestas de miedo intenso, a las experiencias vividas, a las herramientas de afrontamiento y a los modelos educativos: «Los basados en la sobreprotección fomentan conductas de evitación hacia situaciones interpretadas como peligrosas, aunque no lo sean».
MIEDO NORMAL VS MIEDO PATOLÓGICO
Entonces, ¿cuándo un miedo deja de ser adaptativo y se convierte en un problema? Este especialista del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid explica que el miedo normal es adaptativo y surge ante situaciones de peligro real o percibido. La reacción de miedo se desactiva al superar la amenaza o al abordarla correctamente.
Sin embargo, advierte que cuando la respuesta de miedo es excesivamente intensa, condiciona la vida del individuo y las situaciones que la desencadenan no representan un peligro real, el miedo se transforma en desadaptativo. «En este sentido, la persona suele anticipar situaciones peligrosas y llevar a cabo conductas de escape o evitación por temor a que ocurra algo negativo. Así es como podemos comenzar a hablar de miedo fóbico», añade.
ES POSIBLE APRENDER A GESTIONAR EL MIEDO
Finalmente, el experto en Center Psicología Clínica sostiene que sí se puede aprender a gestionar el miedo. Lo crucial es analizar qué aspectos están involucrados en las respuestas de miedo de la persona. «Desde ahí, se pueden enseñar estrategias de afrontamiento para enfrentar más eficazmente las situaciones. También es importante ofrecer recursos para manejar el estrés y los pensamientos negativos», indica, señalando que los recursos abarcan niveles fisiológicos, cognitivos y conductuales.
A nivel fisiológico, menciona técnicas para reducir la reacción de alerta física, como la relajación, el mindfulness, y métodos de respiración y exposición controlada a situaciones que generan miedo.
A nivel cognitivo, se enseña a la persona a reinterpretar el significado de las situaciones que provocan su miedo: «El objetivo es reducir las anticipaciones negativas y aprender a vivir con la incertidumbre».
En el ámbito conductual, Oliva indica que se proporcionan recursos para disminuir las respuestas de evitación o escape, fomentando un afrontamiento efectivo y enseñando a canalizar el miedo de manera adaptativa.
Por último, Manuel Oliva Real destaca que el miedo también se transmite socialmente, como se puede observar en la facilidad con que los menores acceden a contenidos inapropiados para su edad: «Pueden surgir experiencias traumáticas al observar las consecuencias que enfrentan otros. Si la persona tiene una predisposición genética al miedo y carece de herramientas eficaces de afrontamiento, puede desarrollar una respuesta desadaptativa de miedo».



