¿Qué ocurre en tu cuerpo al consumir grasas procesadas en otoño? El experimento con ratones que lo revela todo.

¿Qué ocurre en tu cuerpo al consumir grasas procesadas en otoño? El experimento con ratones que lo revela todo.

   MADRID, 24 Oct. –

Las grasas procesadas son una parte importante de la alimentación de millones de personas, especialmente durante el otoño, cuando el cuerpo demanda energía extra para afrontar las temperaturas más frías. Sin embargo, lo que sucede en nuestro organismo al consumir este tipo de alimentos en esta época sigue siendo un tema de interés científico.

Un reciente experimento con ratones promete esclarecer cómo reacciona nuestro metabolismo ante estos cambios estacionales y podría ser fundamental para entender mejor el impacto de la nutrición estacional en la salud.

GRASAS PROCESADAS Y SU PAPEL EN LA DIETA OTOÑAL

   Un nuevo estudio realizado en la Universidad de California en San Francisco (Estados Unidos) revela que nuestros hábitos alimenticios están más relacionados con los ciclos estacionales de lo que se pensaba anteriormente.

   Este estudio, el primero en analizar el papel de la nutrición en la adaptación estacional de los mamíferos, presenta hallazgos publicados en ‘Science’, que podrían inspirar nuevos enfoques para combatir la obesidad y la diabetes tipo 2.

    Se sabe que, desde la perspectiva de nuestro organismo, las grasas saturadas (que incluyen las grasas hidrogenadas presentes en muchos bocadillos) indican la llegada del verano, cuando se encuentran muchos alimentos y los animales se preparan para los meses escasos de invierno.

    Anteriormente, se pensaba que los mamíferos se guiaban por la duración del día para determinar cuánto comer. Un buen ejemplo son los osos negros, que consumen bayas y nueces durante la primavera y el verano, pero ayunan en su larga hibernación invernal.

RESULTADOS DEL EXPERIMENTO: DIETA, RITMOS BIOLÓGICOS Y COMPORTAMIENTO EN RATONES

    Este nuevo estudio muestra que la dieta puede influir tanto o más en el equilibrio entre grasas saturadas e insaturadas. Los investigadores hallaron que la grasa saturada impacta el comportamiento de una proteína llamada PER2, que regula tanto el metabolismo de las grasas como los ritmos circadianos. Dependiendo de la cantidad ingerida, esta proteína puede indicar al cuerpo si debe quemar o almacenar grasa.

   Con la llegada del verano, las plantas comienzan a producir más grasas saturadas. En los mamíferos que consumen dicha flora, la grasa saturada actúa como indicador de abundancia, y PER2 estimula al cuerpo a acumular energía que se utilizará en invierno, cuando los alimentos escasean.

    En otoño, las plantas generan más grasas insaturadas, lo que les permite adaptarse mejor al frío. Los mamíferos que ingieren este tipo de grasa motiva señales que indican el fin del verano. Conforme se reducen los suministros de alimentos, PER2 prepara al organismo para aprovechar sus reservas de grasa.

    «Es lógico que tanto la nutrición como la duración del día influyan en el comportamiento estacional», comenta el doctor Louis Ptacek, profesor de Neurología y autor principal del estudio, utilizando el ejemplo de los osos que hibernan. «Si es otoño y todavía hay muchos frutos secos y bayas, el oso podría seguir alimentándose en lugar de entrar en letargo, incluso cuando nota que los días se acortan».

   Ptacek y el coautor principal, el doctor Ying-Hui Fu, han estudiado PER2 desde su descubrimiento en 2001, cuando determinaron que el gen y su proteína regulan nuestros ciclos de sueño-vigilia de 24 horas. Aproximadamente una década después, se reveló que PER2 también participa en el metabolismo de las grasas, lo que llevó a los investigadores a sospechar que nuestros relojes biológicos tienen un papel más complejo.

RITMOS CIRCADIANOS ALTERADOS Y RIESGOS PARA LA SALUD

    El equipo decidió investigar el efecto combinado de la dieta y la luz en ratones. Simularon el ciclo de las estaciones expuestos a 12 horas de luz y oscuridad diariamente, representando tanto el equinoccio de otoño como el de verano; luego, fueron expuestos a 20 horas de luz para simular el verano y 20 horas de oscuridad para el invierno.

    Los ratones que seguían una dieta baja en grasas y calorías se adaptaron fácilmente a las variaciones estacionales. Cuando las noches se alargaban, comenzaban a correr en sus ruedas con el anochecer, un comportamiento característico de este tipo de roedores. En cambio, los ratones que consumieron una dieta rica en grasas no lograron despertarse y empezar a correr hasta horas más tarde.

   El equipo examinó la influencia de los alimentos ricos en grasas insaturadas, como los que se encuentran en las semillas y los frutos secos, en comparación con los que contienen grasas hidrogenadas, presentes en la comida procesada. Los ratones que ingirieron más grasas hidrogenadas no se adaptaron bien a las largas noches invernales y no se despertaron hasta mucho después de que comenzara la noche.

   Las alteraciones en los ritmos biológicos han sido asociadas con trastornos del sueño, obesidad, diabetes y problemas de salud mental, y los investigadores sugieren que esto también podría ser aplicable a los ritmos estacionales descompensados. Corregir esos desequilibrios podría mejorar el sueño y los niveles de energía, prevenir afecciones crónicas y ayudar a quienes trabajan por turnos o experimentan jet lag.

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