
MADRID 6 Oct. (EUROPA PRESS) –
Los fenoles ambientales están presentes en una diversidad de productos de consumo comunes, como conservantes en alimentos envasados, parabenos en champús y el bisfenol A (BPA) en vajilla de plástico, lo que provoca una exposición continua de los seres humanos a estas sustancias.
Se ha demostrado que algunos de estos fenoles ambientales tienen efectos tóxicos sobre el corazón, y ahora un estudio interdisciplinario ha revelado sus efectos negativos sobre las propiedades eléctricas del corazón, como se publica en la revista Environmental Health.
«Este estudio es el primero que investiga el impacto de la exposición al fenol en la actividad eléctrica cardiaca de los humanos», señala Hong-Sheng Wang, profesor del Departamento de Farmacología, Fisiología y Neurobiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos) y autor principal del estudio.
Los investigadores emplearon datos de la Cohorte Comunitaria de Fernald, que incluye a casi 10,000 personas que residían cerca de la antigua planta de procesamiento de uranio del Departamento de Energía de Estados Unidos en Fernald, cerca de Cincinnati, y que formaron parte del Programa de Monitorización Médica entre 1990 y 2008.
La mayoría de la cohorte no presentó una exposición al uranio superior a la que recibe la población en general. Wang y su equipo usaron sus datos, que incluyen muestras biológicas e historiales médicos, de tal manera que la exposición al uranio no influyera en los resultados, lo que les da relevancia para la población general.
Al recolectarse las muestras de orina y los electrocardiogramas (ECG) en el mismo día, los resultados se consideran significativos para evaluar la exposición a los fenoles ambientales. Los electrocardiogramas, que miden la actividad eléctrica del corazón, fueron analizados por médicos acreditados, mientras que las muestras de orina fueron enviadas a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para su análisis.
Uno de los objetivos del estudio fue identificar cualquier alteración en los parámetros del electrocardiograma asociada a la exposición a fenoles ambientales. La actividad eléctrica del corazón es fundamental, por lo que cualquier factor que afecte sus propiedades puede tener un impacto negativo y potencialmente provocar arritmias.
La investigación concluyó que una exposición mayor a ciertos fenoles ambientales está relacionada con alteraciones en la actividad eléctrica del corazón.
Los investigadores hallaron que una mayor exposición al BPA, BPF y BPA+F en mujeres está asociada con un intervalo PR más prolongado, lo que indica un retraso en la transmisión de señales eléctricas desde las aurículas a los ventrículos del corazón.
«Nuestros hallazgos son muy específicos según el sexo», indica Wang. En las mujeres, se identificó una relación entre una mayor duración del QRS, o contracción de los ventrículos, y una disfunción en los impulsos eléctricos del corazón. «Este hallazgo fue particularmente marcado en mujeres con índices de masa corporal más elevados», añade.
En los hombres, se descubrió que una mayor exposición al triclocarbán (TCC), un agente antimicrobiano, resultaba en intervalos QT más largos, lo que implica que el sistema eléctrico del corazón necesita más tiempo para recargarse, una condición que podría contribuir a la disfunción del ritmo cardiaco. El TCC ha sido prohibido en Estados Unidos. Wang aclaró que es improbable que los niveles típicos de exposición causen enfermedades cardiacas clínicamente significativas en personas sanas.
«No observamos cambios drásticos, sino alteraciones moderadas en la actividad eléctrica del corazón», señala. «Sin embargo, estas alteraciones fueron especialmente notables en ciertas subpoblaciones». Advierte que estas alteraciones en la actividad cardiaca podrían empeorar las enfermedades cardiovasculares o arritmias preexistentes en pacientes, especialmente en adultos mayores o aquellos con otros factores de riesgo.
«Hoy en día existen nuevas sustancias químicas, por lo que el próximo paso sería estudiar estos compuestos ambientales recientes y centrarnos en su impacto individual en personas predispuestas a enfermedades cardiacas», afirma Wang.



