Escucha los Colores y Ve los Sonidos

Escucha los Colores y Ve los Sonidos

   MADRID, 19 Abr. –

   Existen numerosos artistas a quienes se les ha considerado genios en diversas ocasiones, y con el paso del tiempo se ha descubierto que su cerebro se apartaba de lo común. Ya sea por sufrir una enfermedad mental, un trastorno del neurodesarrollo, o una condición conocida como sinestesia, entre otros fenómenos; todos ellos han añadido una dimensión única a su creatividad.

   “En nuestra cultura tenemos la percepción del artista atormentado, de una mente brillante que opera de manera diferente. No obstante, trato de desmitificar esta idea y reflexionar sobre su veracidad. Muchos artistas, como Dostoievski o Frida Kahlo, utilizaron sus patologías como herramientas para moldear su arte. En cierto modo, transformaron sus dificultades en una forma de creatividad”, señala el neurólogo Mario de la Piedra Walter.

   Este entusiasta de las Humanidades, que labora en el área de Neurología del Hospital UKB de Berlín, nos ofrece una profunda entrevista tras la reciente publicación de su libro, ‘Mentes geniales’, editado por Debate, un texto que busca «comprender la intersección entre la ciencia y el arte».

   Así, remarca que, en muchas ocasiones, las enfermedades mentales influyen y pueden ser un recurso para crear obras artísticas, además de recordar que el arte tiene un efecto terapéutico y ha sido utilizado como herramienta diagnóstica. «Hay artistas que se expresan a través de símbolos para comprender mejor su propia mente», añade.

LA SINESTESIA DE LISZT O KANDINSKI

   Este artículo explora el fenómeno de la sinestesia, una «condición que permite visualizar la música y experimentar el sabor de los colores»: «Es una condición neurológica, no una enfermedad, donde la activación de un sentido, como la vista, puede activar otros sentidos como el auditivo; hay personas que son capaces de visualizar la música».

   El neurólogo mexicano comparte una anécdota fascinante sobre la presentación del poema sinfónico ‘Los Preludios’ con Franz Liszt: «Poco antes de concluir el primer movimiento, un ruido inesperado distrae tanto al público como a los intérpretes. No se trataba de un error musical, sino del mismo director gritando a su orquesta: ‘¡Dense más azul! ¡Por favor, no se dirijan hacia lo rosado!‘».

   Liszt tenía una habilidad especial, según indica, ya que «podía visualizar la música»; esto es parte de esta condición conocida como sinestesia, donde la estimulación de un sentido provoca experiencias en otros sentidos, aclarando que este virtuoso musical era un sinestésico auditivo-audiovisual, capaz de asociar colores a determinados sonidos.

POR QUÉ SE DÁ LA SINESTESIA

   «Al nacer, se producen conexiones neuronales, creando un estado de hiperconectividad. Con el crecimiento, muchas sinapsis se eliminan, lo que se asemeja a podar ramas de un árbol. Sin embargo, algunos individuos no experimentan este proceso de la misma manera, resultando en un estado de hiperconectividad que facilita el desarrollo de diferentes sentidos, lo que puede incrementar la creatividad y dar origen a la sinestesia», destaca Mario De la Piedra Walter.

   La sinestesia es una condición bastante común, afectando a aproximadamente una de cada 100 personas, aunque muchas de ellas no son conscientes de ello, siendo la sinestesia grafema-color, donde cada letra se asocia con un color específico, la forma más frecuente. «Normalmente, las personas no reconocen esta condición porque creen que es una experiencia compartida por todos», agrega. A la vez, señala que existe un componente hereditario importante, y alrededor de uno de cada tres sinestésicos tiene un familiar directo con esta condición.

ARTISTAS CON SINESTESIA

   Entre los sinestésicos se encuentran Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Alexander Scriabin, Vladimir Nabokov, y David Hockney. Sin embargo, el más célebre es Vasily Kandinski, cuyos cuadros poseen títulos como ‘composición’, ‘improvisación’, e ‘impresión’, y en términos musicales, aspiran a formar una serie de ‘sinfonías’.

   Existen personas que al probar algo visualizan una imagen, o que al observar un número perciben un olor. Por ejemplo, Kandinski, el precursor del arte figurativo y abstracto, desarrolló sus teorías de colores en relación a estas sinestesias; es por ello que sus obras son frecuentemente denominadas ‘sinfonías’. Él experimentaba colores al escuchar música y utilizaba esos estímulos para crear sus obras», relata.

   Subraya que la obra de Monet tuvo un impacto significativo en este artista ruso, al igual que la música de Wagner, «que representó una verdadera revelación». Durante un concierto en el teatro Bolshói de Moscú, fue cuando Kandinski tomó conciencia de sus experiencias sinestésicas.

   ‘Lohengrin’, una opera monumental de Wagner, le hizo desapercibir la realidad que lo rodeaba, convirtiendo la música en el eje central de su arte: «Los violines, los profundos tonos de contrabajos y los instrumentos de viento representaban para mí toda la intensidad de las horas del crepúsculo. Visualicé todos mis colores en mi mente, se abrieron ante mis ojos. Lienzos salvajes, casi frenéticos, emergieron frente a mí».

   Mientras pintaba, Kandinski solía afirmar que a cada color le correspondía un tono, como el amarillo que se ligaba con las notas de trompeta, el azul claro con flautas, y el azul oscuro con el violonchelo; sus combinaciones generaban frecuencias vibratorias similares a los acordes del piano.

   No obstante, este neurólogo reconoce que la ‘cromestesia’ (cuando un sonido evoca una experiencia de color, forma y movimiento) es solo una de las más de 60 variedades identificadas de sinestesia, que también incluye la percepción de sabores al escuchar palabras (léxico-gustativa), la personificación de símbolos como letras y números, o la percepción de sensaciones físicas al escuchar sonidos (auditiva-táctil), entre muchas otras.

   «Aunque de manera inconsciente, todos poseemos cierta capacidad sinestésica. El tipo de sinestesia que cada uno puede experimentar depende de la actividad cruzada entre las diversas áreas que procesan la información de nuestros sentidos», concluye.

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