Los niños experimentan más dolor crónico que los adultos, pero reciben menos diagnósticos y tratamientos.

Los niños experimentan más dolor crónico que los adultos, pero reciben menos diagnósticos y tratamientos.

   MADRID, 31 May.

   El director de la Cátedra del Dolor URV – Fundación Grünenthal, Jordi Miró, ha advertido que los niños sufren más dolor crónico que los adultos, aunque son diagnosticados y tratados en menor medida.

   «Los niños no suelen recibir el diagnóstico y tratamiento adecuados, entre otras cosas porque no existen programas especializados para el manejo del dolor crónico en la población infantil, a diferencia de los recursos disponibles para adultos», ha denunciado Miró.

   Al hilo, ha apuntado que otra de las causas del infradiagnóstico es la «falta de formación de los profesionales sanitarios y de la población general, que tiende a pensar que los niños no pueden experimentar dolor como los adultos o que les afecta menos».

   Así se ha mostrado Miró durante su participación en el XXI Congreso Nacional de la Sociedad Española del Dolor (SED), que tiene lugar en Málaga. En el encuentro, los expertos han señalado que 4 de cada 10 niños, unos 3,2 millones, sufren dolar crónico, que impacta negativamente en su calidad de vida. Esta cifra es superior a la de los adultos (26%) y está en aumento globalmente; sin embargo, reciben menos diagnóstico y tratamiento. Para más información sobre esta tendencia creciente, visita la OMS.

   Por su parte, la presidenta de la SED, María Madariaga, ha indicado que esta falta de diagnóstico también se debe a «la dificultad de objetivarlo con pruebas de imagen». Por esta razón, una línea de investigación en la que trabajan los especialistas es la detección de marcadores neurobiológicos que ayuden a comprender el dolor crónico.

RELACIÓN DEL DOLOR CON LA INFLAMACIÓN EN TEJIDOS CEREBRALES

   En este sentido, en el congreso se ha presentado una investigación pionera liderada por el doctor Marco Loggia, director del Laboratorio de Dolor e Imagen en Neuroinflamación del Hospital General de Massachusetts, en Estados Unidos, que relaciona el dolor crónico con la neuroinflamación.

   «La implicación más importante de nuestro trabajo es la evidencia emergente del papel de la inflamación cerebral en pacientes con dolor crónico. Queda por determinar si este enfoque puede utilizarse para detectar objetivamente la presencia de dolor», afirma el doctor Loggia.

   «Curiosamente, hemos observado que la señal neuroinflamatoria parece diferir según el estado del dolor, con distintas distribuciones espaciales. Esto plantea la posibilidad de identificar firmas neuroinflamatorias específicas de cada dolencia que podrían ayudar en el diagnóstico y, potencialmente, en la adaptación de las estrategias de tratamiento», añade.

   Las implicaciones son amplias: «Si tienen éxito, estas herramientas pueden ayudar en el diagnóstico, especialmente en enfermedades que tradicionalmente se diagnostican por exclusión, como la fibromialgia. Y lo más importante, pueden validar las experiencias de pacientes a quienes a menudo no se cree o se estigmatiza, al aportar pruebas objetivas de cambios biológicos subyacentes», destaca el doctor Loggia. Para más información sobre la fibromialgia, puedes consultar Mayo Clinic.

   Como señala Madariaga, «además de los niños, las mujeres suelen tener más problemas para que se reconozca su dolor a nivel de diagnóstico y bajas médicas, sobre todo en patologías en las que hay menos pruebas objetivas, como fibromialgia y otros cuadros de dolar nociplástico, dolor generalizado, fatiga crónica, hipersensibilidad a estímulos y alteraciones cognitivas».

   Por otro lado, esta línea de investigación, según Marco Loggia, «podría animar a las empresas farmacéuticas a explorar tratamientos dirigidos a la neuroinflamación para el dolor, con fármacos totalmente nuevos o reutilizando compuestos existentes que ya han demostrado modular la inflamación cerebral en otras enfermedades, como la esclerosis múltiple«, destaca.

   A su juicio, «es plausible un futuro en el que los ensayos clínicos incorporen imágenes cerebrales como paso preliminar para ayudar a identificar los fármacos candidatos más eficaces y optimizar la dosificación».

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